Créditos:
Idea y producción: Soon in Tokyo
Fotografía: Anxo Casal
La poesía ha muerto. La poesía ha fracasado. Y nos toca estar de duelo y dejar que el negro lo amara todo. Negación absoluta. Pero... ¿para qué sirve la poesía? ¿Hasta dónde puede llegar su poder de incidencia en un mundo salvaje como el de hoy? ¿Cuáles son los límites de la poesía? ¿Ya no podemos confiar en sus versos? ¿Son placebo? ¿Son una estafa? Después de estar pidiendo educadamente que haya más poesía en el mundo (+ poesía si us plau), nos enfrontamos más que nunca a un planeta herido y exhausto, a un presente en conflicto que no invita precisamente al optimismo: no podemos olvidar las preguntas a las que nos aboca la actualidad y los viejos fantasmas que se despiertan de nuevo. La poesía ha sido bálsamo durante los momentos más inciertos, catarsis, cuidado, y también una puerta al optimismo y a la celebración cuando ya atisbábamos una salida. ¿Y ahora qué? ¿Y el poder transformador de la poesía, dónde está? ¿Puede que no haya transformado nada? ¿O quizás esperábamos demasiado? Es más: ¿puede tener la poesía alguna utilidad? ¿Puede ser un refugio? ¿Puede algo tan inmaterial atenuar el dolor, derribar la desesperanza? ¿Realmente nos puede mejorar, la poesía? ¿Puede hacer del mundo un lugar mejor? ¿Y salvarnos de nosotros mismos? Hoy día todo nos dice que no. Las guerras, las crisis migratorias, los límites del planeta y la avaricia humana... ¿No hay espacio para la poesía, en este mundo? Pese a esto, nos queda una última y definitiva pregunta: ¿realmente la poesía ha muerto? No podemos aceptar un sí como respuesta. ¿Podríamos renunciar a la fuerza de la palabra, a la belleza, a la esperanza, a los espacios donde caben todas las sensibilidades, a nuestra disidencia, a nuestro compromiso con el entorno y con todas las vidas, humanas y no humanas? Ahora la única salida posible es no renunciar. No renunciar a nosotros mismos. No renunciar al presente ni al futuro. No renunciar a ser escuchados, a nuestro grito: + poesia si us plau. Con las heridas abiertas y el cuerpo en convulsión, nos toca poner en duda nuestro rol, el rol de la poesía, de nuestra comunidad. Es la mirada y la bandera de la poesía frente a un mundo que abre continuamente nuevos escenarios de choque y que espolea viejos caballeros negros. Nos toca enfrentarnos al espejo y hacernos preguntas incómodas. Preguntas que nos abran los ojos, que nos hagan volver a brillar. La poesía ha muerto. Viva la poesía.
+ POESIA SI US PLAU